martes, 6 de noviembre de 2012


Setenta mil cuervos blancos
pican mis ojos
cada vez que ellos cantan
en las piernas de otra mujer

Muere la imagen
congelada en el bosque
de quien no es la dueña de la aves
después de verla un día de calor

Muere la dueña de las aves
si nadie la mira
Mueren las aves sin su dueña
si nadie mira sus piernas
  
Setenta mil cuervos blancos
vigilan mis movimientos
aunque estén sentados
en las piernas de la única mujer

Muere la imagen
congelada en el bosque
de las aves
al verla

Mueren mis ojos sin sus aves
si su dueña no los ve
Mueren sus aves en mis ojos
si su dueña         todavía me vigila.

Ger Kleiner.


Ger Kleiner.

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