Y justo ahí te fuiste a parar. No
esperaba que lo hagas, mi cuerpo no te esperaba, pero lo hiciste. Fue rápido pero profundo. Ni bien me
acariciaste, todo mi cuerpo se dilato, se estremeció con tu caricia que bajaba
por mi espalda acariciando cada vertebra, estremeciendo y excitando cada
musculo. Fue en el momento justo para que pasen cosas como las que pasaron
después.
Estaba distraída. Caí en ti como cae quien pierde la fuerza
en el interior de un abrazo, en lo cálido de un
abrazo, en lo cercano y húmedo de una boca, en lo que antes comió esa
otra boca, en lo que antes tenia puesto ese otro cuerpo, en lo antes abrazó ese
otro cuerpo y que ahora desnuda y acaricia de a poco pero que ahora despierta
en la respiración cada vez mas acelerada, la espalda cada vez menos encorvada y
mi mano que te sigue por todo mi cuerpo, te busca, te llama como a un extraño
que explora mis rodillas, mis tobillos, la parte de atrás de mis orejas, mis
pechos, la cara interna de mis muslos, y que por fin irrumpe contra mí. Me
penetra despacio casi sin darme cuenta hasta que de un momento a otro ya está
dentro de mí, ya está en mi sangre.
Pero a vos no te importaba. Buscabas una sola cosa, y siempre
lo supe, querías picarme. Alimentarte en todo tu ser, cantar en esa plenitud. Después
de eso, lo único que podía hacer era rendirme, putear al azar, tratar de
aplastarte contra mi codo y, triste por no salir victoriosa, terminar
rascándome ahí donde te fuiste a parar.
Ger Kleiner.
No hay comentarios:
Publicar un comentario